En esta fiesta se acostumbra a beber, es como la fiesta del alcohol por excelencia en el judaísmo. Se bebe por la alegría, se bebe porque en Purim vamos más allá de lo que nos dicen nuestros sentidos, porque podemos relajarnos a sabiendas de que Dios va tejiendo los hilos aunque no seamos conscientes de ello. Pero yo no. El año anterior estuve empastillada perdida de paracetamol, a tope, así que ni lo probé, y este año, aunque sanísima, embarazada así que tampoco. Pero no todo es vino en esta vida con lo que disfrutar disfruté y disfrutamos. Pasamos la cena con mis padres y mi hermano; nos pusimos las botas comiendo y llenamos la conversación de chorradas varias y risas muchas.
Durante el día coincidió con la seudá de un brit a la que nos invitaron y de ahí nos fuimos a repartir los regalos que se hacen en ese día. Fue muy bonito hacerlo por primera vez juntos, como una familia entregando dulces y regalos a la gente que apreciamos.